Para Ana y Alicia;
y para quienes dejen volar su imaginación así de alto,
sin límite alguno.
Una lluvia de cáscaras de girasol
pilla a cualquiera desprevenido,
a medio camino, sí,
a un pasito de la habitación.
No conté cuantos planetas
se alinearon
aquella noche bochornosa.
Pasar y mirar,
no de largo, ni de lejos.
Pudiste ver gnomos,
otros pasaron viendo sólo monos.
Sentados y tapando sus orejas.
O sus ojos.
O su boca.
Nubes vestidas de gris.
La noche se perfilaba cambiante.
Cayeron dos en el suelo:
rosa blanquecino, blanco rosado.
Dos piruetas por aquí,
dos piruetas por allá.
Saltar, estirar, doblar y girar.
Palabras que no danzaban
corrían como ratones.
Tres veces gritabas fuerte
y la purpurina de tus zapatos
desviaba la atención
de los aviones en el aire.
Pocas bromas te gustaron,
menos mucho, mucho menos,
mentiras falsas.
Te delataba el acento
y el caminar por lo inhóspito
habitándolo feliz.
Cayeron dos en el sueño:
rosa blanquecino, blanco rosado.
Dos piruetas por aquí,
dos piruetas por allá.
Saltar, estirar, doblar y girar.
No debe haber pregunta tonta
ni cuerda,
que quiebre tus sueños,
nunca jamás,
niña chispa de la ebullición nocturna.
Saltando, estirando, doblando y girando
como plaga,
por los baldosines de teja roja y blanca,
que todos querrían sufrir un rato
y luego evitar.
Gema Albornoz
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Gracias, Aurora.
Fue muy divertido, el poema y conocer a esa «niña chispa», por eso os la quería presentar. 😊🎈🎈🎈🎈
Besos.
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Es una niña muy especial si es capaz de inspirar estas palabras.
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