A Anne Sexton
Oh Anne, Oh Anne
con un ramo de flores llenas de gusanos,
con una madre entrometida
con un alud de plegarias oscuras
a un ser divino que sale por tu boca,
con dos versos, dos disparos
vagando sin control en el cuarto de juegos,
con tus ojos embriagados, con tus brazos cargados
de oraciones mudas y ponderosas.
Oh Anne, Anne
¿dónde fuiste
después de escribirme
desde Massachussetts?
¿Qué palabras enaltecías,
en cuáles creías
y cuáles predicadas como un buen pastor?
¿A qué cielo miraste
para que amaneciera
un poco más temprano?
Dime, ¿por qué recreabas
a la muerte de tu cuerpo
y hablabas con la lengua
afilada por un Martini extra seco?
Viajabas en taxi
de la muerte al cuerpo
del cuerpo a la muerte.
Cualquier trayecto a casa
pasaba por ellas.
Oh, Anne,
recuerdo dos versos seguidos
un tamborilear de oídos
un susurro más allá del Edén.
Y mis ojos recorrían en cada línea
una vieja pesadilla recurrente
en los días oscuros.
La reina de la muerte
y el cuerpo no está.
Despierto con la paciencia
de un niño que viaja por tus líneas
por tu cuerpo, por tu muerte.
