
Atrapados entre los milagros y los sueños
se quedan los pasos de muchos, que no son dueños.
Tras dejar las ruinas candentes en más que empeños.
Los que avanzan se agarran a la vida, risueños.
Quedándose, algunos, tras la valla puntiaguda.
Apostando su vida a cada paso, y en deuda.
Esos límites dibujados con tiza huesuda
son los que, por suerte o a dedo, endeuda.
Los que sonríen aún no lo perdieron todo
aunque trabajen mucho después bajo un apodo.
Los que no pueden, siguen, luchan en sobremodo.
El mantener su existencia, su curalotodo.
Gema Albornoz

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La emoción que produce tu poema oxida el alma al igual que se oxida el metal de la fotografía. Y también te desgarra por dentro como esos filos puntiagudos.
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Un abrazo muy fuerte, Natalia.
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Lo volví a leer, y me gusto otra vez ☺️
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