Diferenciar el reflejo
es un desafío.
Entrar de lleno
en él es seguir moviéndose
hacia adelante.
Forcejear con las aureolas
alrededor de mi cabeza
es emigrar con una bandada de pájaros
hasta él.
Ese reflejo que nace en la alfombra
bajo mi cama
y se extiende por el día.
Como la única senda transitable.
Mientras mi mirada se pierde
e inventa un paisaje casi simétrico.
Mientras se equilibra.
Mientras garabateo lo que miro
y me muerdo las uñas.
Mientras me estafa la inconsciencia
y alguien llama mi atención,
sacándome de este madrugador letargo.

Gema Albornoz

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