Perdida en mis pensamientos
siempre acabo agachando la cabeza.
Y cuando sé que no es hora de firmar
rendición alguna, dejo de arrastrar mis pies,
miro al frente y levanto la vista lo más alto
—cuando me deja mi cuello recargado.
Pasas escapándote de ese fotograma.
Antes de que congele la imagen
Porque mi voz no grita: “¡Detente!”,
dejo de hablar en un idioma
que no es el mío.
No hay comunicación aparente.
Aunque cada vez que se cruzan
nuestros ojos hablan y parecen entenderse.
Sigo paseando entre una maraña de ideas.
Sigues yéndote sigilosamente.
A cámara lenta.
Y todo se ralentiza 10 segundos.

Gema Albornoz

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